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Solemnidad,
EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO
MR p. 449 [447] / Lecc II p. 199. LH de la Solemnidad.
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 80, 17
Alimentó a su pueblo con lo mejor del trigo y lo sació con miel
sacada de la roca.
Se dice Gloria.
ORACIÓN COLECTA
Señor nuestro Jesucristo, que en este admirable sacramento
nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de
tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre,
que experimentemos continuamente en nosotros el fruto de tu
redención. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del
Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
[Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes.]
Del libro del Éxodo 24, 3-8
En aquellos días, Moisés bajó del monte Sinaí y refirió al pueblo
todo lo que el Señor le había dicho y los mandamientos que le
había dado. Y el pueblo contestó a una voz: «Haremos todo lo que
dice el Señor».
Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó
temprano, construyó un altar al pie del monte y puso al lado del
altar doce piedras conmemorativas, en representación de las doce
tribus de Israel.
Después mandó a algunos jóvenes israelitas a ofrecer holocaustos
e inmolar novillos, como sacrificios pacíficos en honor del Señor.
Tomó la mitad de la sangre, la puso en vasijas y derramó sobre el
altar la otra mitad.
Entonces tomó el libro de la alianza y lo leyó al pueblo, y el pueblo
respondió: «Obedeceremos. Haremos todo lo que manda el Señor».
Luego Moisés roció al pueblo con la sangre, diciendo: «Esta es
la sangre de la alianza que el Señor ha hecho con ustedes, conforme
a las palabras que han oído». Palabra de Dios.

SALMO RESPONSORIAL del salmo 115, 12-13. 15 y 16bc. 17-18
R. Levantaré el cáliz de la salvación.
¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?
Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor. R.
A los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos.
De la muerte, Señor, me has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu
esclava. R.
Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre.
Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo. R.
SEGUNDA LECTURA
[La sangre de Cristo purificará nuestra conciencia.]
De la carta a los hebreos 9, 11-15
Hermanos: Cuando Cristo se presentó como sumo sacerdote
que nos obtiene los bienes definitivos, penetró una sola vez y para
siempre en el «lugar santísimo», a través de una tienda, que no
estaba hecha por mano de hombres, ni pertenecía a esta creación.
No llevó consigo sangre de animales, sino su propia sangre, con la
cual nos obtuvo una redención eterna.
Porque si la sangre de los machos cabríos y de los becerros
y las cenizas de una ternera, cuando se esparcían sobre los
impuros, eran capaces de conferir a los israelitas una pureza legal,
meramente exterior, ¡cuánto más la sangre de Cristo purificará
nuestra conciencia de todo pecado, a fin de que demos culto al
Dios vivo, ya que a impulsos del Espíritu Santo, se ofreció a sí
mismo como sacrificio inmaculado a Dios, y así podrá purificar
nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, para
servir al Dios vivo!
Por eso, Cristo es el mediador de una alianza nueva. Con su
muerte hizo que fueran perdonados los delitos cometidos durante
la antigua alianza, para que los llamados por Dios pudieran recibir
la herencia eterna que él les había prometido. Palabra de Dios.
SECUENCIA
[Puede omitirse o puede recitarse en forma abreviada,
comenzando por la estrofa:* “El pan que del cielo baja”].

Al Salvador alabemos,
que es nuestro pastor y guía.
Alabémoslo con himnos
y canciones de alegría.
Alabémoslo sin límites
y con nuestras fuerzas todas;
pues tan grande es el Señor,
que nuestra alabanza es poca.
Gustosos hoy aclamamos
a Cristo, que es nuestro pan,
pues él es el pan de vida,
que nos da vida inmortal.
Doce eran los que cenaban
y les dio pan a los doce.
Doce entonces lo comieron,
y, después, todos los hombres.
Sea plena la alabanza
y llena de alegres cantos;
que nuestra alma se desborde
en todo un concierto santo.
Esto nuevo, siempre nuevo,
es la luz de la verdad,
que sustituye a lo viejo
con reciente claridad.
En aquella última cena
Cristo hizo la maravilla
de dejar a sus amigos
el memorial de su vida.
Enseñados por la Iglesia,
consagramos pan y vino,
que a los hombres nos redimen,
y dan fuerza en el camino.
Es un dogma del cristiano
que el pan se convierte en carne,
y lo que antes era vino
queda convertido en sangre.
Hay cosas que no entendemos,
pues no alcanza la razón;
mas si las vemos con fe,
entrarán al corazón.
Hoy celebramos con gozo
la gloriosa institución
de este banquete divino,
el banquete del Señor.
Esta es la nueva Pascua,
Pascua del único Rey,
que termina con la alianza
tan pesada de la ley.
Bajo símbolos diversos
y en diferentes figuras,
se esconden ciertas verdades
maravillosas, profundas.
Su sangre es nuestra bebida;
su carne, nuestro alimento;
pero en el pan o en el vino
Cristo está todo completo.
Quien lo come, no lo rompe,
no lo parte ni divide;
él es el todo y la parte;
vivo está en quien lo recibe.
Puede ser tan sólo uno
el que se acerca al altar,
o pueden ser multitudes:
Cristo no se acabará

Lo comen buenos y malos,
con provecho diferente;
no es lo mismo tener vida
que ser condenado a muerte.
A los malos les da muerte
y a los buenos les da vida.
¡Qué efecto tan diferente
tiene la misma comida!
Si lo parten, no te apures;
sólo parten lo exterior;
en el mínimo fragmento
entero late el Señor.
Cuando parten lo exterior,
sólo parten lo que has visto;
no es una disminución
de la persona de Cristo.
* E1 pan que del cielo baja
es comida de viajeros.
Es un pan para los hijos.
¡No hay que tirarlo a los perros!
Isaac, el inocente,
es figura de este pan,
con el cordero de Pascua
y el misterioso maná.
Ten compasión de nosotros,
buen pastor, pan verdadero.
Apaciéntanos y cuídanos
y condúcenos al cielo.
Todo lo puedes y sabes,
pastor de ovejas, divino.
Concédenos en el cielo
gozar la herencia contigo. Amén.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Jn 6, 51
R. Aleluya, aleluya.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que
coma de este pan vivirá para siempre. R. Aleluya.
EVANGELIO
[Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre.]
Del santo Evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26
El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se
sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus
discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos á prepararte la cena de
Pascua?» Él les dijo a dos de ellos: «Vayan a la ciudad. Encontrarán
a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al
dueño de la casa en donde entre: ‘El Maestro manda preguntar:
¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis
discípulos?’ Él les enseñará una sala en el segundo piso, arreglada
con divanes. Prepárennos allí la cena». Los discípulos se fueron,
llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y
prepararon la cena de Pascua.
Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición

lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen: esto es mi
cuerpo». Y tomando en sus manos una copa de vino, pronunció
la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: «Esta es
mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les
aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en
que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».
Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los
Olivos. Palabra del Señor.
Se dice Credo.
ORACIÓN DE LOS FIELES:
Antes de disponer la mesa santa donde el Señor
hará nuevamente presente su tránsito pascual que
salva a todos los hombres, elevemos nuestras súplicas
a Dios nuestro Padre:
1. Para que los obispos y presbíteros, cuando presidan
la celebración eucarística, vivan tan plenamente
identificados con el Señor, que el pueblo vea en ellos la
imagen viva de Cristo, roguemos al Señor.
2. Para que pronto llegue el día en que todos los
cristianos celebremos la Eucaristía en la unidad de
una sola Iglesia y todos los hombres ofrezcan el único
sacrificio que nos salva, roguemos al Señor.
3. Para que los fieles que se encuentran a las
puertas de la muerte dejen este mundo llenos de paz
y –fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo–
lleguen al Reino de la felicidad y de la vida, roguemos
al Señor.
4. Para que el Señor aumente nuestra fe y acreciente
nuestro amor, a fin de que adoremos en espíritu y en
verdad a Cristo realmente presente en el sacramento
de la Eucaristía, roguemos al Señor.
Contempla, Padre santo, a tu pueblo, reunido para
ofrecerte el sacrificio de la Nueva Alianza. Purifica
nuestros corazones para que –invitados a la mesa del
Cordero– pregustemos en ella las delicias de la Pascua
eterna que nos tienes preparada en la Jerusalén del
cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, concede, bondadoso, a tu Iglesia, los dones de la unidad
y de la paz, significados místicamente en las ofrendas que te
presentamos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio II o I de la Eucaristía, pp. 520-521 [522 521].
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Jn 6, 56
El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo
en él, dice el Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos, Señor Jesucristo, disfrutar eternamente del gozo de
tu divinidad que ahora pregustamos, en la comunión de tu Cuerpo y
de tu Sangre. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.